Uno de mis pasatiempos recientes es conectarme al Twitter para averiguar qué se está diciendo sobre ateos y ateísmo. Me he encontrado uno que otro comentario ingenioso, una que otra persona para seguir, una que otra sana discusión; pero también varias intervenciones desinformadas, si no francamente ignorantes, y (en Semana Santa) docenas de usuarios quejándose de que los ateos también tuvieran vacaciones religiosas.
Poco a poco me he dado cuenta de la clase de cosas que se dicen con más frecuencia: de los estereotipos, por así decirlo, que tiene la gente al respecto de los ateos. Y una de mis observaciones más interesantes es que hay mucha gente que cree que el ateísmo es algo malo de por sí. «No es por ser ateo…», «llámenme ateo, pero…», «¡aclaro que no soy ateo!», «no soy ateo, es sólo que no me gusta la religión».
Acaso creerán que es necesario evitar el apelativo. Acaso compartirán la arraigada noción de que los ateos son malas personas por definición. Acaso pensarán que «ateo» es una especie de insulto, de un modo parecido a «marica». No puedo, francamente, saber qué piensan en realidad. De vez en cuando contesto cosas como «¿qué tiene de malo ser ateo?», pero nunca he recibido respuesta al respecto. Mi observación se acentuó un poco cuando vi esta caricatura, que estuvo circulando un rato bastante largo:
No, a mí no me hace gracia; y no es porque sea un amargado, ni porque no capte el «chiste». Me parece que la imagen ilustra lo que podría pensar la gente. Y quiero aclarar de una vez que, si creen que es malo ser ateo, están totalmente equivocados. Para eso estoy escribiendo esta entrada; como pueden ver, la primera de una serie. El objetivo es, en cada entrega, despejar un mito, un malentendido o una noción errónea de las que tiene la gente a propósito de los ateos y el ateísmo.