Féngar y la novena

Para los lectores que no lo sepan, en Colombia existe la tradición navideña de hacer la Novena de Aguinaldos, que consiste en reunirse en familia durante las nueve noches anteriores a la Navidad, rezar oraciones, cantar villancicos, (ocasionalmente) reflexionar acerca del significado de la Navidad, y (por lo general) comer. Y esta vez, como todos los años, me reuní con mi familia para hacer la novena.

Pero, a diferencia de todos los años, esta vez elegí no rezar las oraciones. Hoy aprovecho para explicar los motivos tras esa decisión, no sólo porque eso da pie a ciertas malinterpretaciones del tipo «ay, sí, tan ateo», sino porque me da oportunidad de hablar un poco sobre lo que opino de la novena y cómo esa opinión ha cambiado con los años.

Para los lectores que no lo sepan, cada día de la novena tiene la siguiente estructura (http://www.colombia.com/navidad/novena/):

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Féngar, la ignorancia y el agnosticismo

Que todos somos ignorantes es algo que entiendo perfectamente. Lo que sí no puedo entender es que haya personas que se regocijan en la ignorancia, como si ésta fuese un valor digno de mantener; personas que creen que la ignorancia es justificable cuando en realidad es una falla moral, la seña más clara de una desconsideración por el mundo que a todos nos rodea.

Por ejemplo, hay una frase muy extendida en el repertorio de ciertos creyentes: «Dios obra de maneras misteriosas». Ésta suele ser la respuesta a ciertos cuestionamientos que tienen que ver con el problema del mal, como en el diálogo (ficticio) que sigue:

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¿Es racional Dios?

Un pensamiento fugaz que no podía resistirme a compartir y que fue tomando cuerpo conforme iba escribiéndolo.

Los ateos tenemos la costumbre de exigirle a los creyentes que justifiquen su creencia en Dios, sobre todo porque nuestra experiencia nos indica que tales justificaciones suelen ser bastante pobres. En efecto, cuando se les cuestiona de esa manera, muchos de ellos contestan que la fe no puede ser razonada, que Dios está en una categoría más allá de la razón. ¿Cómo podemos esperar abarcar la grandeza de Dios con nuestro raciocinio humano?

Lo primero que hay que señalar es que la razón es la única manera que tenemos de comprender las cosas (o si no, háganme saber de algo que se pueda comprender sin recurso a ella). Si Dios no puede ser comprendido por la razón, mucho menos por cualquier otro medio. Más les valdría decir que Dios no puede ser comprendido en absoluto (y así las cosas, ¿de qué sirve creer en él?).

Pero me parece que esa respuesta pone de relieve una cuestión distinta. ¿Qué significa que Dios esté más allá de la razón? ¿Significa que Dios tiene una manera de pensar distinta a la de los demás seres humanos? Aclaración rápida: cuando digo «Dios», entiendo una entidad inteligente que controla los hechos del mundo, pues ésa es la noción de Dios que suelen manejar quienes afirman esta clase de cosas. No le concedo sino cuatro alternativas a Dios, a saber:

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¿En Dios está la moral?

Un tema de discusión muy frecuente entre ateos y creyentes es el origen de la moral. Muchos creyentes que conozco (e incluso los más «moderados», no nos digamos mentiras) afirman que la fe (la religión, la creencia en Dios, etc.) es el mejor camino hacia el buen comportamiento.

Sobra decir que, si eso fuera verdad, no habría habido 11 de septiembre, no habría niños violados por sacerdotes católicos y no habría creyentes ofendidos lanzando amenazas de muerte contra cualquiera que no comparta sus creencias.

A este argumento (que es el más trivial que puede hacerse en contra de la idea) los creyentes contestan diciendo que la religión organizada ha tergiversado el mensaje ético de las enseñanzas originales / que la verdadera fe no está en seguir una religión sino en ayudar al prójimo / que ésas son las otras religiones, «la mía es distinta» / que eso es lo que ocurre cuando no se lleva la religión en conjunto con «una vida espiritual» / otra cantidad de racionalismos semejantes, todo sea con tal de proteger la propia fe.

Pero, más allá de argumentos fáciles y defensas aún más fáciles, ¿será verdad que la moral proviene de la fe?

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La ruleta de Pascal

La «apuesta de Pascal» es un argumento a favor de la creencia en Dios, propuesto por el francés Blaise Pascal, que va más o menos así:

  1. No podemos saber si Dios existe o no.
  2. Si Dios no existe, da igual que creamos en él o no.
  3. Si Dios existe, los creyentes van al cielo y los no creyentes van al infierno.
  4. Por lo tanto, no importa que Dios no exista, la mejor opción es creer.

Lo que Pascal no tuvo en cuenta es que, si crees en el dios equivocado, te vas a ir «al infierno» de todos modos. Por eso, los amigos de FriendlyAtheist.com nos presentan la Ruleta de Pascal, la apuesta como realmente debe ser:

Pascal's Roulette

A mí me llevó unas treinta o cuarenta vidas, pero finalmente gané con mi fe en el Monstruo de Espagueti Volador. ¡Ramén!

Para un tratamiento un poquito más serio del asunto, la brillante Greta Christina nos explica en su blog por qué la apuesta de Pascal apesta.

Por qué soy ateo

Si a aquellos lectores que me conozcan personalmente les llega como una sorpresa mi afirmación de ateísmo, no tiene nada de raro. Mi decisión de afirmarme públicamente como ateo es bastante reciente. Sin embargo, no tiene nada de casual: el ateísmo no me cayó del cielo como una revelación, ni tomé la decisión de hacerlo público sólo por un impulso pasajero.

De todas las cosas que le agradezco a mis padres, una de las más particulares es el hecho de que no me hayan adoctrinado en ningún credo; no pasaron de bautizarme en la religión católica y tal vez llevarme a misa un par de veces. Tal parece que yo fui un niño muy curioso, y ellos, antes que responder a mis preguntas señalando al cielo y nombrando al Creador, alimentaron mi curiosidad con libros y enciclopedias. Cuando comencé a relacionarme con eso que llamaban la religión, no tardé en verla con ojos suspicaces. La idea de un señor de barba blanca que, sentado en su trono celestial, juzgaba y castigaba a los mortales nunca me pareció más que una bonita fábula.

Hasta ahí la religión y yo nos llevamos muy bien, pero la paz no podía durar mucho: en mi colegio se dictaban clases de religión católica.

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